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jueves, 17 de septiembre de 2015

LA PLAGA DE BAILE DE 1518




Un día de julio de 1518, en una calle de Estrasburgo, una mujer llamada Frau Troffea comenzó a bailar de manera fervorosa. Pero no era una danza normal, pues según cuentan los cronistas, Troffea bailaría durante más de cuatro días, apenas parando para comer. Para entonces, ya no lo hacía sola, sino que eran 34 personas más las que la acompañaban, y el número no paraba de aumentar. Pasado un mes, ya eran más de 400, entre hombres, mujeres y niños.

Todos los indicios parecían indicar que el baile de San Vito había llegado a la ciudad. Una enfermedad temida, que hacía que los que la sufrían bailaran y se retorcieran de forma compulsiva en medio de alucinaciones y visiones, gritando de forma furiosa y, en muchas ocasiones, echando espuma por la boca, proporcionando a los afectados una apariencia delocura o, peor aún, de poseídos.

A medida que la plaga empeoraba, las autoridades buscaron el consejo de los médicos de la ciudad. Sorprendentemente, entre todos creyeron que lo más adecuado para estos enfermos del baile era que siguieran bailando, según el parecer generalizado, los enfermos sólo se curarían si no paraban de bailar durante las 24 horas del día. Para ello, habilitaron varios salones y construyeron un escenario de madera. Todo para que pudieran bailar a su aire. Y por si esto fuera poco, las autoridades contrataron a músicos para que tocaran y a bailarines profesionales para que los acompañaran.

La música servía, además de cómo estimulo para evitar que dejaran de moverse, como cura para sus males. En aquellos tiempos, se creía que la música era capaz de sanar, no sólo los males del cuerpo, sino también los del alma.

Para finales de verano, la plaga de danzantes ya se había extendido hasta varias docenas de ciudades y pueblos de Alsacia, y los bailarines comenzaban a morir aquejados deinfartos, derrames cerebrales o, simplemente, de agotamiento. Muchos de los que resistieron acabaron siendo llevados a pie o en carro hasta alguna capilla cercana dedicada a San Vito. Santo al que muchos rezaban como último recurso y que se convirtió en el patrón de los danzantes. Finalmente, a principios de septiembre, la epidemia comenzó a remitir.

Por extraña que parezca, esta plaga de baile no es la primera de la que se tiene constancia. En 1374, en una docena de ciudades de la cuenca del Rin, coincidiendo con unas gravísimas inundaciones que habían traído la desesperación y el hambre a la región, cientos de personas fueron poseídas por una compulsión irrefrenable que también las obligaba a bailar. Se retorcían, giraban y contorsionaban durante horas, incluso días, chillando en medio de visiones y alucinaciones. En cuestión de semanas, la epidemia se extendió a grandes áreas del noreste de Francia y Holanda. Tuvieron que pasar meses hasta que la epidemia remitió.

Durante el siglo XV, fueron sólo unos cuantos los estallidos de este tipo de plagas de los que se tiene constancia. El más importante, en 1491, en un convento de monjas de los Países Bajos. Varias monjas fueron “poseídas por el espíritu de familiares malvados” que hacían que corrieran como perros, saltaran de los árboles imitando a los pájaros o maullaran como si fueran gatos. Aunque estas “posesiones” no se limitaron a los conventos, fueron las monjas las más afectadas. Durante los dos siglos siguientes, episodios similares se repitieron en otros conventos de París o Roma.


En el caso de Estrasburgo, como ocurrió en 1374 en la cuenca del Rin, la plaga tampoco vino sola, sino que lo hizo precedida por una sucesión de hambrunas provocadas por una serie de inviernos y veranos extremos. En este caso, fueron las heladas y las granizadas las que habían echado a perder las cosechas. El precio del pan había llegado hasta precios máximos y el hambre causaba grandes mortandades. Los que sobrevivían tampoco lo tenían fácil y muchos acababan arruinados por las deudas. La ciudad estaba llena de campesinos que lo habían perdido todo y que no tenían otra opción que mendigar por sus calles. A las ya temidas y conocidas lepra y viruela se les unían nuevas enfermedades como la sífilis, que se cebaba con ellos.

Las monjas, sin embargo, parecían estar protegidas de muchas de las calamidades de la época. Aunque los propios conventos podían no resultar el ambiente más sano, psicológicamente hablando. Muchas no estaban allí por decisión propia, sino por decisión de sus padres. Sin embargo, una vez dentro, les era muy difícil salir. Aunque, a veces, las que mostraban una desesperación mayor no tenían porque ser las que no parecían tener ningún tipo de vocación, sino, precisamente, a las que les sobraba, atormentadas y obsesionadas por el temor de no entregarse lo suficiente.

Las plagas de baile, o las posesiones en los conventos, son episodios tan extraños que lo más fácil es pensar que no existieron. Sin embargo, se dispone de una gran variedad de fuentes documentales que dan cuenta de su existencia. En muchos casos, las plagas fueron descritas de forma independiente por médicos, cronistas, monjes y sacerdotes. En el caso de Estrasburgo, incluso, figuran en las actas municipales las acciones tomadas por las asustadas autoridades.




Pero, ¿qué era lo que producía estas maratones de baile?

Se ha especulado sobre la posibilidad que los bailarines formaran, en realidad, parte de algún tipo de culto herético. Aunque los testimonios de su época coincidían en describir a los danzantes como enfermos, no como herejes. Ni siquiera la Iglesia de la época, siempre dispuesta a combatir las herejías con contundencia, los veía como tales. Tampoco existe ninguna evidencia, según cuestiona el profesor John Waller de la Universidad de Michigan en su libro “A Time to Dance, a Time to Die”, de que los danzantes lo hicieran por voluntad propia.

Otros estudiosos han recurrido al cornezuelo (también conocido como ergot) para explicar las epidemias. Los partidarios de esta hipótesis sostienen que los enfermos podrían haber consumido pan contaminado con este hongo que contiene sustancias psicotrópicas. Durante la Edad Media, las intoxicaciones con él eran muy frecuentes. El ergotismo, en aquel tiempo conocido como el “fuego de San Antonio”, podía producir necrosis de los tejidos y gangrena en las extremidades. Muchos conseguían sobrevivir, pero quedaban mutilados de por vida, en algunos casos perdiendo todas sus extremidades.

Sin embargo, en la actualidad, se ha llegado a un cierto consenso entre psicología, historia y antropología, y la mayoría de los que han estudiado la cuestión defiende que las verdaderas causas de las plagas de baile, así como las oleadas de posesiones en los conventos de Europa, eran más psicológicas y culturales que fisiológicas. Según esta versión, las epidemias habrían sido el resultado de un trastorno psicogénico masivo, un tipo de histeria colectiva que acostumbra a aparecer después de largos periodos de angustia y tensión.

Uno de los motivos más importantes que les permite argumentar así es la falta de auto-control que mostraban los afectados. Según Waller, defensor también de esta versión, este comportamiento podría ser debido a que los danzantes habían caído en un estado de trance disociativo y presentaban un estado de consciencia alterado. De no ser así, es difícil de entender que alguien pudiera bailar durante días, hasta tener los pies magullados y sangrando, y no parar. Durante la epidemia de 1374, los testimonios coinciden en señalar que los bailarines no parecían totalmente conscientes, sino que mostraban una actitud frenética y salvaje, poseídos por sus visiones.

Waller reconoce que es factible que el cornezuelo pudiera haber inducido las alucinaciones y convulsiones, pero cree bastante difícil que fuera este hongo el causante de las interminables maratones de baile, puesto que uno de los síntomas del ergotismo es la reducción de la cantidad de sangre que llega hasta las extremidades, lo cual, aparte de producir fuertes dolores, dificulta moverse y, por supuesto, bailar.



Waller achaca la irrupción de la epidemia de baile al contexto cultural y social de la época general y, en particular, a la situación extrema por la que pasaba Estrasburgo. Se trataba de una sociedad demasiado susceptible a la influencia de santos y demonios, lo que la convertía en terreno abonado para la aparición de supersticiones, miedos y falsas creencias. Se creía, por ejemplo, que si alguien provocaba la ira de San Vito, el santo enviaría una epidemia del baile compulsivo que lleva su nombre (¿?). Según Waller, los ciudadanos de Estrasburgo, antes del estallido, estaban convencidos, de alguna manera, que la ira del santo se había desatado sobre la ciudad.

De esta manera, los más vulnerables comenzaron a temer la posibilidad de ser presa de esa maldición, y eso los convirtió en más propensos a caer en un estado de trance involuntario. Un estado que en grupos sometidos a una situación de angustia y temor, como era el caso, puede resultar extremadamente contagioso. Además, en este caso, la decisión de las autoridades de reunir a todos los afectados y hacerlos bailar en las partes más bulliciosas de la ciudad, no hizo sino que facilitar este contagio, ayudando a que la epidemia se extendiera sin control. Todo lo contrario de lo que recomiendan los expertos en la actualidad.

Cuando una persona entraba en trance, aunque era de forma involuntaria, actuaba como se esperaba de los afectados por la maldición, bailando de manera descontrolada durante días. Y, a cada nueva persona “poseída”, los que quedaban, más convencidos estaban que la maldición era una realidad.

En definitiva, según Waller, todo fue una consecuencia de la desesperación, la devoción y, sobre todo, de la sugestión. Así, la plaga comenzó a perder fuerza al mismo tiempo que las creencias sobrenaturales que la habían producido comenzaron a perderla. Durante la década siguiente, la ciudad de Estrasburgo se convirtió al protestantismo y dejó de ser susceptible, según Waller, a este tipo de epidemias al abandonar la adoración de santos.

FUENTE

lunes, 8 de septiembre de 2014

El virus desconocido de EE.UU. puede convertirse en un problema nacional


© REUTERS Jim Young



Los médicos de EE.UU. advierten de que el virus desconocido que causa infección respiratoria y ya afecta a más de mil niños en diez estados de EE.UU. puede llegar a ser un problema de ámbito nacional.


Aunque hasta el momento los médicos no han sido capaces de identificar la cepa del virus, de acuerdo con los primeros datos disponibles se trataría de un enterovirus poco habitual del tipo D68, informa Ria Novosti.

Dicho virus pertenece al género de los rinovirus, que son agentes causantes de las infecciones respiratorias agudas. De acuerdo con los médicos estadounidenses que trataron a los jóvenes pacientes, el virus podría convertirse en un problema nacional.

Hasta ahora más de mil menores han contraído el virus desconocido en una decena de estados de la parte central y oriental de EE.UU. El mayor número de casos ha sido registrado en Kansas –450 niños, 60 de los cuales han sido hospitalizados. También otros casos de niños que presentaban los síntomas del mismo virus han sido registrados en Misuri, Illinois, Kentucky, Iowa, Ohio, Oklahoma, Carolina del Norte y Georgia.

Como señalan los expertos, la enfermedad se desarrolla como un resfriado común. Sin embargo, dicho virus conduce al desarrollo de un síntoma peligroso: la obstrucción broncopulmonar, que puede complicar el curso de la enfermedad e impedir el proceso de recuperación. El virus se vuelve especialmente peligroso para los niños que padecen asma, subraya el medio.

fuente http://actualidad.rt.com/

jueves, 7 de agosto de 2014

LA PELIGROSA EXPANSION DEL EBOLA EN AFRICA(actualizacion oct-15-14)

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Ahora que la epidemia de Ébola en África ha captado el interés de los medios de comunicación occidentales, es hora de hacer un pequeño resumen de este brote epidémico, que tal y como ya indicó (y desgraciadamente con poca repercusión internacional) hace ya más de mes y medio la ONG Médicos sin Fronteras,lanzando un desesperado llamamiento internacional, está fuera de todo control en el África Occidental y amenaza con expandirse al resto del mundo.
Así según datos recogidos y actualizados casi diariamente por el CDC estadounidense el brote de Ébola apareció a principios de este año en Guinea, aunque únicamente a finales de mayo se produjeron contagios masivos en algunos de sus países limítrofes como Sierra Leona y Liberia,
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en la actualidad en estos dos últimos países el brote está en fase exponencial, habiéndose detectado ya el mismo número de enfermos en Liberia que en Guinea y un 40% más en Sierra Leona. Además muy recientemente el brote ha saltado a Nigeria con 9 casos confirmados, abriendo la puerta a que este peligroso virus se disemine por la nación más poblada del continente.

También hay que recordar que este virus lleva asociado una alta mortalidad.

en las tres naciones hasta ahora afectadas está creciendo el número de muertes en una proporción alarmante,el número de afectados se acerca a los 1800, de los cuales un 54% han fallecido a causa de la infección vírica.

Y el problema es que el brote, lejos de estar controlado, puede expandirse en cualquier momento no sólo por toda África sino por el resto del mundo gracias a las actuales facilidades en el transporte aéreo internacional, puesto que no hay que olvidar que este peligroso virus tiene un periodo de incubación de hasta tres semanas, hecho que dificulta grandemente su detección, sobre todo en países con deficientes (cuando no inexistentes) sistemas sanitarios.
fuente/la ciencia y sus demonios


actualizacion 


15 oct-2014

Artículo escrito originalmente por MICHAEL T. OSTERHOLM, director del Centro de Investigación de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota, para el New York Times
Michael T. Osterholm
Michael T. Osterholm
La epidemia de Ébola en África Occidental tiene el potencial de alterar la historia, tanto como otras grandes plagas lo han hecho con anterioridad.
Se han producido más de 4.300 casos y 2.300 muertes en los últimos seis meses.
La semana pasada, la Organización Mundial de la Salud advirtió que, a principios de octubre, puede haber miles de casos nuevos cada semana en Liberia, Sierra Leona, Guinea y Nigeria.
Lo que no se ha dicho públicamente, a pesar de tantos debates y sesiones informativas realizadas en las agencias de salud pública del mundo, es que nos encontramos en aguas totalmente desconocidas y que la madre naturaleza es la única fuerza que tiene el control de la situación en estos momentos.
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Hay dos posibles desarrollos para los acontecimientos a partir de ahora.
La primera posibilidad es que el Ébola se propague desde África Occidental hacia grandes ciudades situadas en otras regiones del mundo en vías de desarrollo. Y es que este brote es muy diferente de los 19 que se han producido en África en los últimos 40 años. Es mucho más fácil controlar los brotes de Ébola cuando se producen en aldeas aisladas, como había sucedido ahora.
Pero se ha producido un aumento del 300% en la población de África durante las últimas cuatro décadas y gran parte de esa población se concentra en los suburbios de las ciudades. ¿Qué sucederá si una persona infectada que aún no presente los síntomas de la enfermedad viaje en avión a Lagos, Nairobi, Kinshasa o Mogadiscio, o incluso Karachi, Yakarta, Ciudad de México o Dhaka?
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La segunda posibilidad es algo que los virólogos están poco dispuestos a declarar públicamente, pero que sí consideran en privado: el virus Ébola podría mutar y convertirse en transmisible por vía aérea.
Hasta ahora, el Ébola sólo se transmite a través del contacto directo con fluidos corporales. Pero los virus como el ébola son cambiantes cuando replican, lo que significa que el virus puede variar genéticamente entre una persona infectada y la siguiente.
La super-evolución del actual virus del Ebola no tiene precedentes; se ha producido más transmisión del virus entre humanos en los últimos cuatro meses de lo que probablemente se produjo en los últimos 500 a 1.000 años. Y cada nueva infección representa billones de posibilidades de mutación genética.
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Si se produjeran determinadas mutaciones, eso significaría que el simple hecho de respirar nos podría poner en riesgo de contraer el ébola. Las infecciones podrían propagarse rápidamente a todas las partes del mundo, como sucedió con el virus de la influenza H1N1 hizo en 2009, después de su nacimiento en México.
¿Por qué los virólogos y los funcionarios de la salud temen exponer esto públicamente? Lo cierto es que no quieren ser acusados ​​de alarmistas, como si gritaran “¡Fuego!” enmedio de un teatro lleno, (como estoy seguro de que algunos me acusarán de hacer a mi mismo por culpa de este artículo).
Pero el riesgo es real y hasta que no se afronte, el mundo no estará preparado para hacer lo necesario para poner fin a la epidemia.
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En 2012, un equipo de investigadores canadienses demostró que el Ebola Zaire, el mismo virus que causa el brote de África occidental, podría transmitirse por vía respiratoria entre cerdos y monos, cuyos pulmones son muy similares a los de los humanos.
En el best seller de Richard Preston “The Hot Zone”, de 1994, se hacía la crónica real de un brote de ébola de una cepa diferente, el virus Ébola Reston, que se propagó entre monos en 1989 en un centro de cuarentena cerca de Washington. El virus se transmitió por vía respiratoria y el brote terminó sólo cuando se sacrificaron todos los monos. Debemos tener en cuenta que dichas transmisiones podrían ocurrir entre los seres humanos, si el virus llega a mutar.
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Entonces, ¿qué debemos hacer que no estamos haciendo aún?
En primer lugar, necesitamos a alguien que se haga cargo de tome el “comando y control” de la situación.
Las Naciones Unidas es la única organización internacional que puede dirigir la inmensa cantidad de médicos, recursos sanitarios y ayuda humanitaria que debe provenir de diferentes países y ONG’s para sofocar esta epidemia. Hasta el momento solo ha desempeñado un papel de colaboración, com uno más y cuando todo el mundo dirige, en realidad, no dirige nadie.
Una resolución del Consejo de Seguridad, podría otorgarle a las Naciones Unidas la total responsabilidad para el control del brote, respetando la soberanía de las naciones de África Occidental “tanto como sea posible”.
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Las Naciones Unidas podría, por ejemplo, encargarse de la seguridad de los vuelos y establecer los derechos de aterrizaje. Muchas líneas aéreas privadas se niegan a volar a los países afectados, por lo que es muy difícil enviar suministros y personal de vital importancia. Los países con más recursos deben garantizar cadenas de suministro para productos médicos, así como comida y agua para las zonas en cuarentena.
Las Naciones Unidas deben proporcionar el número de camas que se necesitan; la Organización Mundial de la Salud ha recomendado 1500, pero es posible que pronto se necesiten miles de camas más. También debe coordinar la contratación y formación por todo el mundo de personal médico y de enfermería, especialmente mediante la incorporación de residentes locales que ya han sobrevivido Ebola y que por lo tanto, ya no corren riesgo de infección. Muchos países se han comprometido a suministrar recursos médicos, pero las donaciones no resultarán eficaces si nadie se hace responsable de coordinarlas eficazmente sobre el terreno.
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Por último, hay que recordar que el Ébola no es el único problema de África Occidental. Decenas de miles de personas mueren allí cada año debido a enfermedades como el sida, la malaria y la tuberculosis. Liberia, Sierra Leona y Guinea tienen una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo.
Debido a que la gente de esos países tienen ahora demasiado miedo de contraer el Ebola si acuden al hospital, muy pocos están recibiendo atención médica básica.
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Además, muchos trabajadores de la salud han sido infectados por el Ébola, y más de 120 ya han muerto. Liberia solo dispone de 250 médicos, para una población de cuatro millones de habitantes.
Esta es una cuestión no solo humanitaria, sino de interés propio.
Si esperamos a que las vacunas y los nuevos medicamentos lleguen a poner fin a la epidemia de Ébola, en lugar de tomar iniciativas cruciales sobre el terreno ahora mismo, corremos el riesgo de que la enfermedad salga de África Occidental y alcance nuestros propios patios traseros.
Michael T. Osterholm-director del Centro de Investigación de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota
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