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martes, 29 de septiembre de 2020

El callejón del muerto

Otra de las famosas leyendas de la provincia de Oaxaca es la que se refiere al callejón del muerto, por un misterioso y espeluznante evento que ocurrió en una parte de la conocida calle llamada 2 de abril.

En la época en la que la luz eléctrica no existía, las calles de adoquines eran custodiadas por hombres que recibían el nombre de serenos. Durante la oscuridad, ellos custodiaban las calles alumbrando con faroles.

Una oscura noche, un desgarrador grito rompió el silencio. El sereno se fue corriendo a la iglesia a buscar al párroco. Al ver al cura, le informó que en la calle había un hombre apuñalado que se estaba muriendo y solo pedía ser oído en confesión.

El sacerdote salió junto con el sereno hasta el callejón; allí yacía el moribundo. Durante un rato, el clérigo escuchó una penosa confesión hasta darle la absolución.

El herido cayó muerto. Cuando el párroco buscó en la oscuridad a su acompañante el sereno, solo encontró su farol.

Por simple curiosidad, acercó la lámpara al rostro del muerto: era el mismo sereno el que yacía. Cuenta la leyenda que el sacerdote corrió despavorido a la iglesia para refugiarse. A partir de ese momento, el clérigo quedó sordo del oído por donde escuchó la confesión del moribundo.

martes, 3 de noviembre de 2015

el retorno de las almas en papalotes







Los papalotes pasean libremente por el cielo de este rincón del Istmo de Tehuantepec para ir a encontrarse con el ánima de los muertos y traerlos de regreso a casa, aunque sea por unas horas.


En la víspera de la celebración del Día de Muertos, en el cielo de este rincón del pueblo indígena Ikoots, ubicado en una pequeña franja, colindante con el océano Pacifico y la Laguna Inferior, pasean papalotes de distintos tamaños, elaborados con papel y plástico.


“Los mareños lanzamos los papalotes al aire para encontrar el alma de nuestros difuntos por si no recuerdan el camino, por si están extraviados”, dice Bertha Guerra.


“Al llegar a la casa, continúa, las ánimas son recibidas con una vela encendida en medio de un altar con alimentos, con ramos de albahaca junto con flores de cempasúchitl”.


Y así, conforme se acerca la fecha del recibimiento de las almas, en las calles arenosas de San Mateo del Mar se ven a las familias que celebran la altura que alcanzaron sus cometas con una tira larga de papel de colores.


Por momentos, el cometa se pierde. Va y viene con libertad, aunque por momentos regresa a la tierra para tomar impulso. El viento del norte que pasa en el Istmo favorece el vuelo de los papalotes.


Niños y adultos festejan con risas y bromas la altura que alcanza su diseño.


El papalote va al cielo, allá buscará al difunto para que llegue con bien a recibir los alimentos que aguardan en el altar, dijo Sara Ivette Buenavista, habitante y asesora bilingüe en San Mateo del Mar.


Considera que su pueblo conserva su tradición, porque son reservados en sus ritos; es una forma de proteger lo propio, como ocurre con el idioma, las danzas y su lengua.


La asesora bilingüe del Instituto Estatal de Educación para los Adultos (IEEA) desconoce desde cuando y dónde inició dicha tradición.


Pero no descarta que simbolice una herencia de sus ancestros, que llegaron en barco en el siglo XVII procedentes de Nicaragua. Llegaron a poblar este sitio rechazados por los zapotecas.


¡A volar papalotes!


Sara invita a sus vecinas a reunirse a un costado del palacio municipal, frente al templo católico, deteriorado por el tiempo y la sal del mar que acarrea el viento permanente de la zona mareña.


Una de sus compañeras, Regina, participa con un cometa de color negro, dice que éste servirá para buscar el alma de una persona adulta. Su hijo lleva uno en forma de ave, que servirá para encontrar el ánima de un niño.


fuente:


el universal de mexico


PATRICIA BRISEÑO / CORRESPONSAL