Mostrando las entradas con la etiqueta paititi. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta paititi. Mostrar todas las entradas

miércoles, 4 de diciembre de 2013

EL GRAN PAITITI


Corazón del corazón tierra india del Paitit a cuyas gentes se llaman indios. Todos los reinos limitan con él pero él no limita con ninguno. Texto escrito en el supuesto mapa del Paititi que encabeza el artículo. Existen muchas leyendas que hablan de ciudades perdidas en Sudamérica, de las cuales la más conocida es El Dorado, pero hay muchas más, como la Ciudad de los Césares y Paititi, a la que dedicaremos esta entrada. La etimología de Paititi es discutida Hans Ertl afirma que significa “dos colinas” o también “dos metales”, “dos jaguares” o incluso “dos imperios”, Belaunde dice que significa “aquel plomo”, Manuel Dominguez lo traduce como “monarca del Titicaca”, mientras que aún otra etimología asegura que el nombre significa “semejanza” y se refiere a que la ciudad está construida a imitación del Cuzco incaico, o quizás a la inversa. Otras fuentes incluso dan nombres distintos a este ciudad, como la Ambaya que es mencionada por Pedro de Candia, aventurero de época colonial nacido en Creta pero naturalizado castellano. Cuentan los libros de historia que a la llegada de Francisco Pizarro y un puñado de soldados estos aprovecharon la situación de guerra civil entre dos medios hermanos, Atahualpa y Huáscar, para acabar con el Imperio Inca, una de las naciones más extensas y poderosas de la época. Con habilidad, tesón y valor, pero también crueldad y artera astucia, este puñado de españoles se hicieron con el control de un imperio gigantesco e increíblemente rico en un tiempo sorprendentemente breve. Pero la leyenda cuenta que antes de que los españoles se hicieran con todo el poder y llegaran a la capital, Cuzco o Cusco, un príncipe inca, otro hermano de Atahualpa y Húascar, tomó los más grandes tesoros de oro de la capital,así como también las momias de sus antepasados, reunió los más encumbrados y santos sacerdotes y sacerdotisas y partió con ellos hacia “Paititi”, una ciudad o fortaleza escondida situada a siete, o diez o cuarenta (depende de la fuente), días de la capital, para no volver a ser visto jamás en el mundo exterior. Se cuenta que para ello habrían utilizado la abundancia de túneles subterráneos que según la tradición no sólo perforan el suelo de Cuzco si no toda la provincia. Otros sitúan estos mismos acontecimientos una décadas después, en 1572, cuando desapareció el estado inca independiente de Vilcabamba, y en dicha ciudad y no en la capital del Tihuantinsuyo. Pero pese a convertirse en las leyendas en el último refugio de los incas derrotados lo cierto es que se dice que la ciudad de Paititi ya era significativamente antigua para entonces, elevada incluso mucho tiempo antes de que Manco Capac fundará, míticamente, el imperio. Todo parece indicar que se trataría de la obra de un misterioso pueblo preincaico, según ciertas referencias se trataría de un enclave que habría sido conquistado o anexionado sólo unos cien años antes del fin del imperio por Tupac Yupanqui (c.1440-c. 1493). Algunos investigadores europeos hablan incluso de un pueblo de raza blanca, incluso rubios y de ojos azules, pero esto responde más a los extendido prejuicios racistas que a ningún indicio firme, pero es ampliamente seguido en círculos ariosofistas alemanes y británicos. Von Junzt, en su Unaussprechlichen Kulten insinúa que el origen de este, y otros restos misteriosos en América del Sur, se encuentra en supervivientes de la destrucción de Mu o alguna de sus colonias. Buscando Paititi En 1538 Pedro de Candia, soldado de Pizarro al que hemos mencionado anteriormente, dirigió la primera expedición en busca de Paititi/Ambaya a la región de Madre de Dios, sin ningún resultado, como tampoco la tuvo la de Juan Álvarez de Maldonado, treinta años después. Pero la promesa de estos tesoros y el rastro de la esquiva ciudad de Paititi, como el de El Dorado, se encuentra en gran parte de las crónicas de los siglos siguientes, de tal forma que en 1679 el gobierno español se vio en la necesidad de prohibir estas expediciones como un gasto insostenible de hombres y dinero. Los primeros buscadores señalaban a una zona muy amplia y escasamente poblada, donde el mundo andino se cruza con el amazónico. En 1780, durante la fracasada rebelión de José Gabriel Condorcanci, o Tupac Amaru II, los rumores volvieron a cobrar forma ya que él mismo se proclamaba no sólo nuevo inca si no también señor de la Amazonía con dominio sobre “el Gran Paititi. Historias populares afirman que su cabeza, cortada por los verdugos, fue robada por sus partidarios para ser enviada también a la mítica tierra de Paititi para descansar con las momias de sus antepasados. Aunque pueda parecer poco probable la posibilidad de la existencia de ciudades incas aún por descubrir es algo que nadie discute, todavía resulta relativamente reciente el “descubrimiento” de la fantástica ciudad de Machu Picchu por el norteamericano Hiram Bingham III en 1911. Las regiones selváticas también son el lugar perfecto para encontrar poblaciones aisladadas desde hace siglos. Por ello la búsqueda, aunque en menor número nunca se ha detenido del todo. Aún a principios de siglo, por ejemplo, se cuenta la historia de un dudoso aventurero llamado Berg, que creyó haber encontrado la pista definitiva, pero su cuerpo fue encontrado cosido a balazos cerca de la frontera peruana. Algunos teósofos y místicos europeos los han vinculado la leyenda de Paititi con la Gran Logia Blanca y han afirmado que Paititi es un enclave sagrado, una ciudadela de la misma clase que Shambhala en el lejano Tibet. Muchos afirman que las leyendas de Paititi formaban parte del acervo que llevó a P.H. Fawcett a su expedición fatídica a las selvas de Brasil, muy lejos sin embargo de donde la tradición sitúa la ciudad de Paititi. Localización Como ya hemos dicho Paititi ha sido buscada en una amplia región de Perú, entre el Amazonas y los Andes, que se designaba en tiempo de los incas con el nombre de Antisuyu. Muchos de los indicios parecen señalar como lugar más probable en la región de Madre de Dios, al sudeste del Perú. Recientemente el hallazgo de unos misteriosos petroglifos en las riberas del río Palotoa, los llamados petroglifos de Pusharo, ha sido saludado como una señal inequívoca de la localización de Paititi. El Profesor Henry Walton Jones, en varios artículos del Archeological review de la universidad de Marshall, ha defendido, de forma minoritaria, la conexión entre el Paititi y la cultura preincaica de los Chachapoyas, en la parte norte del país, su colega británico Harold Oxley ha ido más allá conectándolo con un complejo cultural más amplio pero difuso con su centro en algún lugar del amazonas. Según las descripciones conservadas la ciudad se situaría en el nacimiento de un río que cae impetuosamente en un abismo, dando lugar a una majestuosa cascada. La montaña se halla perforada por cientos de cavernas ramificadas de forma laberíntica a la sombra de una montaña con cinco cimas. En las paredes del valle una serie de terrazas escalonadas ofrecen generosas cosechas y en el centro del valle se alza el templo más sagrado, una recreación o modelo (depende del punto de vista de cada cual) del Coricancha de Cuzco, repleto, incluso recubierto, de oro. Al igual que la antigua capital de los incas todo el valle, y puede que la región circundante, está horadada por una maraña de túneles oscuros. En todo caso las fuentes hablan de un valle, oculto por nieblas y brumas, en plena jungla virgen, sólo accesible por una calzada elevada que discurre al lado de un río de rápido y violento caudal que en algunas narraciones puede crecer y elevarse para cerrar el paso a los visitantes no deseados. Los peligros son abundantes en la jungla circundante, plagada de serpientes e insectos venenosos de todo cariz que parecen multiplicarse en las cercanías de la ciudad. Así las hormigas de fuego parecen utilizar como residencia los troncos de los árboles que rodean la región, formando un invisible ejército que ni los más valientes afronterían sin miedo.
SUPUESTA UBICACION DE EL PAITITI
También se afirma que Paititi está protegida por los paco-pacori, támbién kuga-pacori o simplemente pacori, una tribu formada en las leyendas por los descendientes de los más poderosos guerreros del imperio inca y nativos indeterminados de la jungla, dotados de la fortaleza de unos y el sigilo mortal de los otros. Caracterizados por su gran estatura, más de dos metros, y terrible fama como guerreros, se dice que visten túnicas blancas y portan largas lanzas. A veces se les cree ver haciendo guardia en lugares de la selva para desaparecer cuando intentan ser seguidos o alcanzados. Se dice que los pacori mismos no entran en la ciudad de Paititi, que está sólo abierta al "pueblo sagrado del inca", los descendientes de sacerdotes, sacerdotisas y alta nobleza (y posiblemente algo de sangre de remotos supervivientes muvianos de ser ciertas las leyendas) que tiene su hogar en ella.
Los Tesoros de Paititi Según Garcilaso de la Vega el inca, y otros cronistas, los tesoros llevados por los refugiados incas al Paititi necesitaron para ser cargados nada más y nada menos que 200 llamas. En ellas se cargarían grandes fardos de joyas de oro y plata, pero también las sagradas momias de los gobernantes incas y los adornos y galas de los templos de Cuzco. Entre estos se contaba una cadena de más de 20 metros de largo (algunos dicen que era lo bastante larga como para rodear las murallas de Cuzco) con eslabones de oro gruesos como la muñeca de un hombre, cuyo valor hoy día sería prácticamente incalculable. Pero entre todos estos tesoros muchas veces se afirma, y son muchos los exploradores que han partido por ello en su busca, que se encuentra el ídolo del Punchao o Punchaw (aunque también hay fuentes que lo sitúan en una hipotética sala oculta en algún lugar de Machu Picchu). Este Punchao sería una representación del dios sol de los incas, Inti, en todo su esplendor, descrito a menudo como un disco del tamaño de una rodela o bien como una figura antropomorfa que, en palabras de un cronista, era: “de oro finísimo, con gran riqueza de pedrería y puesto al oriente con tal artificio que, en saliendo el sol, daba en él, (y) como era el metal finísimo, volvían los rayos con tanta claridad que parecía otro sol” También se afirma que esta figura, que era guardado en el principal templo de Cuzco, el ya mentado Coricancha, era el símbolo más alto del poder inca y que si alguna vez fuera descubierto significará el renacer de dicho imperio. No existe testimonio claro de cómo ni cuándo se perdió la pieza, ni por que medios habría llegado a Paititi, se dice que en un primer momento se hizo con ella un tal Mancio Sierra de Leguízamo que luego la perdió en una partida de dados, perdiendose el rastro a partir de ese momento. Pero los buscadores de tesoros deben tener cuidado. Ya que si no nos equivocamos en realidad el altar principal de la ciudad de Paititi lo ocupa una figura mucho más siniestra que el Punchao descrito en las crónicas, oculto bajo un rico paño se encuentra un ídolo de oro que representa a la deidad Ghatanothoa. Este ídolo es sin duda muy valioso, si es cierta la teoría de que habría sido realizada en la tierra perdida de Mu especialmente, pero es también muy peligrosa ya que al tratarse de una imagen perfecta del dios comparte con este la capacidad de petrificar a aquellos que se encuentren ante su presencia.