jueves, 9 de enero de 2020

LA MUJER LECHUZA-HONDURAS-


La leyenda de la chorca o la mujer lechuza envuelve a un ser mitológico sobrenatural o nahual vampírico que se alimenta de sangre humana. Cuenta la historia que en las aldeas que no estaban cristianizadas, aparecían por la mañana niños y recién nacidos muertos, y esta peste era atribuida a un ser demoníaco y vampírico que aparecía por las noches en los poblados no creyentes. La chorca o mujer lechuza era una persona normal de día, pero por las noches, sedienta de sangre humana, se transformaba gozando de los poderes de lo malvado, en un ser indescriptible y dotado de alas, para poder transportarse más ágil y veloz hacia los poblados, y poseía una nariz con la cual podía oler el líquido vital fresco de los recién nacidos. La chorca mataba a sus víctimas mediante un hilo o filamento que dejaba caer a través de las rendijas de los techos de las casas y chozas, y procedía extrayendo la sangre por el ombligo o por la cabeza de los bebés, que dejaba secos, fríos y muertos. Lo escabroso era que los bebés fallecían aún estando cercanos al regazo de su madre y no había forma de prevenir su muerte, a menos que esos recién nacidos fuesen bautizados y consagrados según la fe católica y la cristianización que se llevaba a cabo en los pueblos amerindios y mesoamericanos. Los pobladores sabían que la chorca o mujer lechuza se aproximaba a sus poblados debido al silbido que profiere al volar y a los ladridos de los perros, que detectan mediante sus sentidos a la chorca.





Un día, un leñador pasó frente a la cabaña de una hermosa mujer viuda, aunque algo pálida y delgada, que vivía sola a las faldas de las montañas; las mujeres del poblado decían que era bruja, ya que supuestamente no envejecía; y los hombres que pasaban por allí, decían que sentían atracción hacia ella. El hombre se acercó y le pidió agua para beber y la señora accedió trayéndole un vaso de agua fresca; el perro que acompañaba al leñador empezó a ladrar de forma violenta. El leñador golpeó a su perro y se despidió de la señora disculpándose y se marchó del lugar, dirigiéndose a la montaña. Esa misma tarde la esposa del leñador se puso de parto, dando a luz un varón con la ayuda de la comadrona. Ya próxima la noche, el leñador llegó a su casa con su cargamento y su fiel animal, y tiró su carga al suelo ya que había escuchado el llanto de su primogénito que estaba al lado de su madre sobre el lecho. Se aproximó corriendo y dio gracias a Dios por que todo hubiera ido bien, y se fue rápidamente a buscar al sacerdote.



Cuando llegó a la sacristía, el cuidador de la iglesia le dijo que el sacerdote no estaba en el pueblo, y el leñador, preocupado, regresó a su casa. Al entrar la noche la comadrona empezó a rezar junto a la madre del bebé, el cual yacía en los brazos de la madre. El leñador escuchó que su perro ladraba, y armado de un machete y una honda cargada con una piedra de caliche, procedió a salir fuera de su casa donde el perro labrada en la oscura noche. El silbido se acercaba y se escuchaba más fuerte, el perro ladraba aún más y se retorcía de ferocidad, y el leñador estiró la honda, apretó fuertemente la piedra que estaba en el pedazo de cuero, pidió a Dios no fallar y que alejara el peligro de su hijo y de su hogar, y acto seguido, después de que sintió un aire cruzando por su espalda, se dio vuelta y tiro de la honda lanzando la piedra a la penumbra. La piedra pegó directamente a la chorca entre sus ojos, quedando cegada de un ojo, y ésta se fue silbando.

                              

Al día siguiente, se levantó temprano y fue a la montaña a traer la otra carga de leña que dejó, y de regreso, con la carga a cuestas, pasó frente a la casa de la viuda, a la que quiso dejarle unos leños en agradecimiento del favor del día anterior. El perro se fue a arañar la puerta, mientras la señora le decía que se largara; y él le grito diciéndole que le dejaría unos leños. La señora le repitió que se marchara una vez más, pero el perro, de tanto forzar la puerta, la abrió y la señora se fue corriendo a la otra puerta de la cocina, saliendo al patio. El perro le seguía ladrando, y el leñador fue tras de ambos. El perro alcanzó a la señora y le mordió la pierna, y cuando el leñador se acercó, reprendiéndole, su sorpresa fue mayúscula cuando vio que la viuda estaba un poco más vieja y cegada de un ojo, notando un golpe de pedrada entre sus ojos y bajo la frente. El leñador dedujo “La señora estaba bien ayer, no estaba ciega, mi perro le ladra…”, y le dijo: “Tú eres la Chorca”. Al escuchar esto, la señora tirada en el suelo empezó a reír macabramente: “¡Tu hijo se salvó ayer por la noche, pero hoy no tendré piedad!”. Al oír esto, el leñador desenfundó su machete y le cortó la cabeza de un revés. Metió la cabeza en un saco y se la llevó al sacerdote, mientras el cuerpo fue inmediatamente comido por las aves de rapiña; una vez en la iglesia, el sacerdote al ver la cabeza se espantó, ya que no era humana, sino que se había convertido en un ser monstruoso. La roció un poco de agua bendita y se enterró en un lugar secreto. Al saberse de este hecho, todos los pobladores, hombres, fueron a incendiar la casa de la vieja, se hicieron de perros y procedieron a bautizar a todos los recién nacidos. Pero aún existen muchas chorcas o mujeres lechuzas, que se esconden y andan haciendo de las suyas.



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