Estudios realizados en Sri Lanka identificaron una variedad de microorganismos pigmentados en las lluvias de color rojo, amarillo, verde, azul y negra, caídas en diciembre de 2012 y enero de 2013, y un análisis los relaciona a los meteoritos impactados en fechas similares, informó el Dr. Anil Samaranayake, del Instituto Médico de Investigaciones de Colombo.
“Similares microorganismos, además de diatomeas fueron identificados en meteoritos que impactaron durante el mismo período”, señala el reporte del Dr. Samaranayake y otros investigadores.
“Estos microorganismos probablemente sirvieron como núcleos para la condensación de gotas de lluvia”, explicó.
El 29 de diciembre en Aralaganwilla cayó el meteorito Polonnaruwa, y ese día se registró una lluvia de color verde en Anuradhapura y Talawa.
Dos días antes, el 27 de diciembre, se registró una lluvia de color amarillo en Horowupathana y otra del mismo color el 22 de diciembre en Welikanda. Previamente se registró una lluvia roja, el 13 de noviembre.
El estudio, que a su vez fue publicado en la revista Cosmología, reveló que la presencia de las Diatomeas, es la que contribuye a la lluvia de color amarillo, y el examen del meteorito de Polonnaruwa caído en Sri Lanka demostró en el informe de enero, la existencia de estos microorganismos en su interior.
Además, en el mismo meteorito se encontraron células de glóbulos rojos desconocidos, que son similares a las encontradas en la lluvia roja.
En enero de 2013 se registraron otras lluvias coloreadas, esta vez en tono azul y negro.
El 4 de enero entre las 22 y 23 horas, impactó el meteorito Rakkinda, en un jardín de una casa en Mahiyanganaya, del distrito de Badulla.
El 11 de enero a las 15 horas, en el mismo distrito, a solo 25 kilómetros de distancia precipitó una lluvia negra. En tanto el 23 de enero a las 17 horas en Vavuniya se registró una lluvia de color azul.
El 9 de febrero en Dambulla impactó un nuevo meteorito que puede estar relacionado.
“Si bien no se puede descartar la posibilidad de que los microbios en la lluvia azul y negra fueran levantados desde el suelo (terrestre) para volver con la precipitación, la presencia de muy similares microbios en extractos estériles al interior del meteorito Rakkinda se opone a esta opción”, señala el estudio.
Los investigadores realizaron muestras de microscopio de los organismos de color azul y negro y el Dr. Samaranayake anunció que un nuevo informe se emitirá próximamente.
El Dr. Samaranayake realizó las investigaciones conjuntamente con el Dr. K. Wickramarathne, también del Instituto de Colombo, y el Dr. N.C. Wickramasinghe del Centro Astrobiología de Buckingham.
Los científicos destacaron que los microorganismos son más eficientes en la siembra de nubes de lluvia que el polvo inorgánico.
Muchas veces los vientos transportan microorganismos de la Tierra hacia la atmósfera y las partículas biológicas catalizan la congelación de la lluvia, que luego precipita a la Tierra, sin embargo, otras veces éstas vienen del espacio, en los meteoritos y cometas.
El caso de la lluvia roja en Sri Lanka en 2012 fue comparada con la lluvia roja de Kerala en 2001. El Dr. Samaranayake y su equipo reveló la presencia de glóbulos rojos desconocidos, similares en ambas precipitaciones.
En su estudio descartaron una afirmación anterior que sostiene que pertenecen al alga del género Trentepohlia.
El análisis químico mostró que contienen altas concentraciones de elementos de arsénico y plata. La abundancia de arsénico es, sin embargo, menos de uno por ciento de lo que se requeriría en estudios que sugirieron a la cepa de bacteria GFAJ-1 de la Halomonadaceae, señaló un informe previo de los científicos.
Se cree que meteoritos que provienen de restos de cometas son los responsables de la lluvia de colores.
Estudios anteriores explican el proceso de las lluvias catalizadas por microorganismos. Entre ellos los autores citan los realizados por el Dr. Maki en 1974 y 1978, y el de Hamilton y Lenton en 1998.
Otra investigación de EG Bowen, citada por los autores, publicado en la revista Naturaleza en 1956, “descubrió una conexión entre los núcleos de congelación en las nubes de lluvia de la troposfera y la incidencia de las partículas extraterrestres de meteoros”.
A rezarEl director de la NASA, Charles Bolden, ha recomendado rezar en caso de la aparición de un nuevo asteroide debido a la ausencia de un sistema operativo de destrucción de cuerpos celestes. En respuesta a la pregunta sobre una estrategia o un sistema operativo de destrucción de cuerpos celestes peligrosos, Bolden advirtió que es imposible crearlos a corto plazo. Incluso una misión espacial con armas nucleares requeriría una gran cantidad de tiempo. “Con la información de la que disponemos, no conocemos ningún asteroide que vaya a poner en peligro a la población de USA. Pero si eso ocurre en las próximas tres semanas, recen”, dijo Bolden al Comité de Ciencia de la Cámara de Representantes. El asesor de ciencia de la Casa Blanca, John Holdren, aseguró que la NASA está tratando de desarrollar tecnologías que desvíen un objeto que pudiese pasar demasiado cerca de la Tierra. Hoy en día la NASA está siguiendo cerca del 95% de los objetos de mayor tamaño próximos a nuestro planeta. “Las posibilidades de que un objeto cercano a la Tierra nos golpee provocando una enorme cantidad de víctimas y destrucción de infraestructuras son muy pequeñas pero las consecuencias potenciales de tal acontecimiento son tan grandes que tiene sentido asumir seriamente el riesgo”, subrayó Holdren.
En el año 2010 el banco ruso Fondservisbank encargó al equipo de la espía Anna Chapman que preparase un sistema para proteger la Tierra de la destrucción total por asteroides. El sistema contaba con millones de dólares, pero no se informó de sus resultados. El 15 de febrero del 2014 un meteorito cayó en la región rusa de los Urales, sembrando el pánico entre la población. La onda expansiva causó daños en edificios de seis ciudades y más de 1.200 personas resultaron heridas. En marzo el Ministerio de Emergencias ruso anunció que organizará un departamento que se dedique a prestar asistencia a la población en caso de un ‘ataque espacial’.
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