En la región de Matambú, en Guanacaste, existe la creencia de la existencia de Sisimicas, es decir, versiones femeninas de esta criatura, en la forma de mujeres viejas y desgreñadas. También en esta zona se cree que la Sisimica es la esposa del Viejo del Monte, cuya apariencia recuerda mucho al Sisimiqui.
La forma y leyenda del Sisimiqui recuerda en cierto modo a otros seres humanoides como el Pie Grande o el Yeti.
NICARAGUA
En lengua mískita, según consultas realizadas, se denomina Sisimihski o también Ulak, a un ser con características extraordinarias. Una especie de mono muy grande —como de dos metros de alto—, fuerte, cubierto de pelo, que habita en lugares remotos de la montaña. Pocos lo han visto. Pero muchos hablan sobre él.
Seguramente, la españolización del nombre indígena derivó en Sisimike y muchos pobladores desde las riberas del río Coco hasta la Reserva Indio Maíz, en el límite sur del territorio, pueden decir algo sobre esta criatura.
Para los pobladores de comunidades indígenas, el animal tiene características monstruosas. Es peligroso y se lo asocia con la maldad. Puede encontrárselo en zonas de selva o lugares solitarios y provoca, por su aspecto, temor y espanto. En las áreas mestizas del centro del territorio, si bien se lo describe de la misma forma, más bien se trataría de un ser huidizo, tímido, que evita en encuentro con los humanos.
No siempre los campesinos se disponen a hablar sobre el Sisimikede manera espontánea y natural. Temen la burla. Tal vez porque se trata de un animal/hombre cuya existencia está en el filo de lo real y lo imaginario.
Forma parte de las conversaciones que los pobladores de las áreas rurales mantienen entre sí. De sus creencias. De sus leyendas. De cuentos que los más viejos de la familia aún refieren a los jóvenes.
Desde 1990, escuchamos historias que hacen referencia al Sisimike.Asociamos estos relatos a personajes como el Yeti en el Himalaya oPie Grande en Norteamérica. El Youi en Australia y otro ser semejante en Indonesia. Hay quienes atestiguan encuentros con estos seres solitarios y enormes. Hay quienes han filmado escenas y tomado huellas de pisadas de estos especímenes sorprendentes.
Sea como sea, existan o no, formen parte de una especie sobreviviente de un pasado remoto o sean producto de la imaginación colectiva, es indudable que constituyen parte de la realidad del mundo rural e indígena.
Hace unos pocos días tuvimos la oportunidad de viajar con un grupo de amigos nicaragüenses y amigos embajadores a la zona del río San Juan y llegar hasta San Juan de Nicaragua. Durante todo el viaje se estuvo bromeando sobre el Sisimike, a partir de una referencia que hiciéramos sobre la historia que cuentan los campesinos.
Ninguno de nuestros compañeros de viaje conocía sobre el tema. Uno de ellos en particular, Camilo Fernández, quién se definiera como cazador y pescador de lugares remotos del territorio nicaragüense, afirmó no haber escuchado nunca sobre la existencia de dicha criatura.
Sin embargo, en la medida que el viaje avanzaba hacia nuestro destino final en la Reserva Indio Maíz, los testimonios de pobladores, guardabosques y motoristas de lanchas, fueron arrojando ciertos datos y, consecuentemente, cierta preocupación en los escépticos visitantes.
En particular, el testimonio de Roberto Granja, guardabosque de MARENA para la Reserva, fue muy interesante. Afirmó haber encontrado una huella más grande que la de un humano en cierta ocasión que, en compañía de un oficial del Ejército, recorrían un sector de la montaña en un paraje conocido como La Tigra.
La otra particularidad de esta huella es que sólo marcaba cuatro dedos. Roberto, hombre profesional, conocedor de toda el área, hablaba con seriedad sobre el tema y no descartaba la existencia delSisimike.
Los comentarios de los integrantes de la comitiva siempre estuvieron cargados de bromas y mucho humor. Para nosotros, ciudadanos acostumbrados a creer sólo lo que podemos ver o lo que está escrito en las publicaciones científicas, no es concebible la existencia de un animal de estas características. O, al menos, aunque tengamos la sospecha de su posible existencia, no nos atreveríamos a confesarlo. Y menos aún delante de embajadores o personas con las cuales no tenemos suficiente confianza.
Los campesinos, indígenas y pobladores de las áreas rurales hablan y comentan sobre el Sisimike con naturalidad. Como si se tratara de algo que tiene existencia. ¿Es qué el concepto de realidad difiere si se trata de nosotros o de la gente del campo? ¿Será qué el hombre acostumbrado a vivir en la montaña mira la realidad de manera diferente? En todo caso ¿cuál sería esa diferencia?
Decía Camilo, refiriéndose a su actitud frente a estas creencias: “Yo sólo creo lo que puedo ver y sentir. Lo que está comprobado. Lo otro es sólo cuento.” Pero el campesino no parte de esa misma actitud. Él se vincula con la realidad a través de otros mecanismos. Sus emociones y sentimientos juegan un papel primordial en el conocimiento de las cosas.
Nosotros anteponemos la razón, la lógica, o sea la objetivación de la realidad. Ellos, en cambio, anteponen el sentir y las emociones. Las cosas se miran más como acontecimientos que como objetos. Y en este sentir la realidad convive siempre el sentido de lo fasto y lo nefasto en un juego continuo. Como parte de un todo. Del cual nuestra propia existencia forma parte.
De tal manera que cuando decimos Sisimike, para el indio tiene un significado y para nosotros tiene otro. Para aquel se entra en el terreno del miedo. En el terreno de lo inexplicable que existe. En los imponderables que la dura realidad de la vida de la montaña le depara al hombre. Imponderables que pueden producir hechos que pongan en peligro incluso la propia vida.
Estamos, por tanto, sujetos a una realidad agresiva que podría descargar un rayo, una inundación o el encontrarse con un animal/hombre que nos produzca espanto.
En realidad, no se trata de probar si el Sisimike existe o no. No se trata de obtener pruebas de ello. Se trata, en todo caso, de preguntarse qué pasa con la conciencia del hombre del campo para que ese ser cobre realidad. Y para que a partir de ello, el tema se convierta en una suerte de mito entre las poblaciones de la montaña.
¿Cómo funciona esto? ¿Tendrá la misma significación que tiene la búsqueda de Pie Grande o del Yeti en otros contextos geográficos y culturales distantes?. Sería interesante que así pudiera ser. Tal vez de este modo podría determinarse que existen realidades comunes en la conciencia humana en general.
Tal vez, formas de percibir la realidad fundadas en mecanismos similares. No importa que vivamos en Nepal, en algún lugar de las montañas Rocallosas o en la comarca La Tigra en la rivera del río San Juan de Nicaragua.
Esto, en definitiva, apunta a tomar en cuenta los relatos y testimonios de la gente del campo. A escucharlos con atención. A encontrar en ellos una línea de pensamiento que hemos subestimado en aras de un supuesto racionalismo de gabinete.
Y que en esos relatos pueden existir las claves de un pensamiento más general. Un pensamiento de lo humano en las montañas de Nicaragua. Un pensamiento que podría darnos, además, elementos para comprender más a fondo nuestra realidad y comprendernos a nosotros mismos. No desde el desarraigo de nuestra formación lógica, sino de un mayor compromiso con lo nuestro
FUENTE
http://es.wikipedia.org/wiki/Leyendas_de_Costa_Rica#El_Sisimiqui
http://www.confidencial.com.ni/archivo/2000-236/rostrosdenicaragua.html
POR SERGIO CARAMAGNA