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jueves, 3 de marzo de 2016

EL DUEÑO DEL CERRO




En el tramo carretero Tuxtla-El jobo se encuentra un cerro muy alto y escarpado,apenas a un kilómetro del libramiento sur;la gente de copoya habla de que este cerro tiene dueño.Se utiliza la expresión de “tiene dueño” para no nombrar la palabra diablo o demonio,prohibida para los creyentes.
Al preguntar a la gente sobre este cerro,dicen que desde siempre ha tenido dueño y que suceden cosas muy feas por ese rumbo; han habido accidentes de personas que desaparecen y que días después aparecen muertas cerca del cerro.Se dice que está embrujado,por eso nadie quiere vivir ahí.
Han aparecido muchos animales muertos y sobre ese tramo han ocurrido infinidad de accidentes de tránsito en la carretera.

Lo cierto es que en ese cerro, se puede apreciar perfectamente desde la carretera,existen varias cuevas,y en algunas noches  se pueden ver pequeñas luces que dicen son veladoras que algunas personas colocan ahí para invocar favores al dueño del cerro;solo que estos favores no son normales,pues no se pide la salud o bienestar de algún ser querido;sino que se solicita salud y riqueza,o incluso,la muerte de algún enemigo.

Dicen que no se puede pedir por otras personas,por ejemplo,yo no puedo pedir salud para mi hijo,sino que tiene que ser el quien lo solicite;se trata pues de favores personales.Otro aspecto interesante de esta leyenda es que las veladoras no son comunes,como las que consiguen en cualquier tienda,sino que se trata de veladoras especiales,de color negro o morado,y solo se consiguen en tiendas esotéricas,en esas que venden amuletos ,filtros de amor y otras cosas similares.

La veladora más vendida es la de la santísima muerte,quien tiene el poder de escuchar y atender las peticiones que se le hacen y sube a la tierra a traer a la persona que se lo solicita.El cerro de copoya tiene muchas cuevas,y constantemente se encuentran en ellas ofrendas;de hecho,existe una pequeña capilla a la Virgen de Guadalupe enfrente del cerro,sobre la carretera.Se dice que esta se construyó para contrarrestar la mala vibra del cerro,pero la gente sigue creyendo en el dueño del cerro y aun sigue pidiendo favores.
Lo mas interesante de la leyenda es que se dice que en la cañada de Copoya,hay una cueva a donde muy pocas se atreven a ir.La gente dice que en esa cueva esta grabado el nombre de los mas ricos de Tuxtla;cuentan que esas personas llegaron al extremo y pidieron muchas riquezas,grabando su nombre en las paredes de la cueva con su propia mano;a cambio vendieron su alma al dueño del cerro.

La leyenda es curiosa, pues menciona nombre de personas reales,que todos conocemos,y que curiosamente son dueñas de almacenes y tiendas importantes de la ciudad;además estos personajes destacan por su avaricia y tacañería. Lo cierto es que la leyenda cuenta de una tradición que se ha contado desde siempre y que ha perdurado a través de los años 

jueves, 30 de octubre de 2014

El charro negro

Si existe una nación en la cual el apetito por el misterio se cruza con la experiencia paranormal, se trata sin dudas del país azteca. La combinación de numerosos aportes culturales autóctonos, sumados al legado hispánico, alimentan un folklore que se remonta a períodos precolombinos y que no ha hecho sino acrecentar su influencia con el paso de los siglos, dando lugar a una enorme cantidad de mitos, leyendas y leyendas urbanas.
Un hombre alto, de aspecto elegante, de impecable traje negro compuesto por una chaqueta corta, una camisa, un pantalón ajustado y un sombrero de ala ancha deambula en la profundidad de la noche en los solitarios tramos que unen los pequeños pueblos del México rural sobre el lomo de un caballo enorme y de color azabache. Quienes han tenido trato con él lo presienten como el Diablo . No ignora a los hombres, a los que ofrece amable conversación, pero su clara preferencia son las mujeres, a las que seduce con mirada elocuente y palabras cálidas.
 Nada malo puede decirse del charro negro si el viajero se limita a permitir su compañía hacia su lugar de residencia; si se acerca el amanecer, se despedirá cortésmente y se marchará con tranco lento, al igual que si el sendero que recorre lleva a las cercanías de una iglesia. Pero si, por el contrario, la mujer cede a sus ofertas de aligerar el viaje y condesciende a montar el caballo, esa acción será el principio del fin: una vez sobre el animal, la infortunada descubre que es imposible apearse. Es entonces cuando el charro negro vuelve su montura y se aleja, con rumbo desconocido, sin hacer caso de los ruegos o los gritos de su víctima, a la que no se vuelve a ver jamás.