Esa noche había algo extraño en el camino, el caballo andaba inquieto y los sonidos de los animales nocturnos, parecían ya muy lejanos. Aun así, Mauricio cabalgaba desinteresado de su entorno, hundido en sus pensamientos, no podía creer que hasta hace unas horas, se hubiera peleado con Martina y que todos los planes de aquella noche, se le vinieran abajo. Ahora sin el calor de su enamorada, tenía que volver a casa buscando alguna excusa que inventar, cuando sus padres le preguntaran la razón de tan pronta llegada.
El caballo se movió de manera brusca y trajo a Mauricio nuevamente a la realidad, a unos cuantos metros, se hallaba una hermosa mujer, de piel color canela, alta y esbelta, con un vestido blanco que desdibujaba una hermosa silueta. Mauricio no lo pensó mucho tiempo, retomo el rumbo que el animal parecía esquivar y pese a su negativa, se acerco a la hermosa dama.
-Buenas noches señorita, ¿Qué hace una bella mujer a tan altas horas de la noche?
-Hombre, que bueno verlo, ando sola y ya es muy noche, acompáñame a mi casa y si gustas puedes quedarte conmigo y pasar la noche-
Para Mauricio, eso fue música para sus oídos, paso por alto que no contestara su pregunta y pensó en olvidar a Martina, en el regazo de aquella mujer, por lo que bajo del caballo, para ayudar a subir a la señorita. La mujer hizo caso omiso a esta acción y comenzó a caminar por su cuenta, Mauricio la siguió para convencerla de que era más rápido en el animal, pero por más que intentaba darle alcance, la mujer se movía muy rápido, se adentro en uno de los senderos del monte y se perdió, como si de una sombra se tratara. Asustado, Mauricio corrió hasta el caballo y salió disparado de aquel lugar.
Al otro día, Mauricio se levantó muy temprano para platicar con el señor cura aquella situación:
-Se escucha interesante lo que me cuentas, pero sabes, no eres el primero que ve a aquella mujer, dime hijo.... ¿Te atreverías a volverla a ver?
-No creo padre, ¿A qué viene la pregunta?
-Pues mira hijo, es posible que te salga nuevamente y temó que para la siguiente logre perderte. Tengo un plan que me parece será infalible, que te parece si intentamos atrapar a este ser...
Era ya muy noche, cuando Mauricio andaba por los rumbos de la cañada, en esta ocasión, decidió concluir el tramo a pie, nuevamente el sentimiento de algo extraño, el frió en la atmosfera, el sonido muerto de los animales nocturnos y a la lejanía la silueta de una mujer, se acerco con cautela y la saludo.
-Buenas noches buen hombre, iba camino a mi casa, pero me da miedo andar por estos rumbos tan de noche, te gustaría acompañarme, puedes pasar la noche conmigo.- Repitió una oración similar a la del encuentro anterior. Mauricio solo se limito a asentir y siguió a la desconocida, pero en esta ocasión un poco más atrevido, logro alcanzar a la mujer y saco con nerviosismo una aguja capotera, amarrada a un bollo de hilo, el cual clavo con fuerza en la cabeza de la mujer, cerró los ojos esperando una respuesta agresiva, pero la mujer se perdió en el fondo, desvaneciéndose en la oscuridad, como si nada hubiera pasado, rápidamente se persino y notó que el bollo comenzaba a desenrollarse, tomó el último extremo del hilo y lo amarro a la rama de un árbol, nervioso, corrió en dirección a San Fernando, hacía una de las casas mas cercanas, después del largo trayecto, encontró a varios hombres aún despiertos, esperando la llegada de aquel joven valiente.
-Ya está hecho-dijo jadeante, bañado en sudor y todavía nervioso, al padre, que se encontraba en medio del grupo.
-Excelente Mauricio, lo que has hecho esta noche, será de ayuda para todo el pueblo
-Entonces padre, ¿Hay que seguirla?
-No, hoy podría ser peligroso, la noche es el momento de aquel ser, mañana la seguiremos y le podremos fin a esto.
Al amanecer un grupo de doce hombres armados con machetes y uno que otro con arma de fuego, se abrían paso entre la maleza, siguiendo el rastro del hilo, después de caminar un buen rato, llegaron a una cueva, a la que le dicen "la cueva de la chepa".
-Juan- Dijo el padre -vete con Fernando por unas linternas a la casa de Tito, no entraremos a ese lugar sin luz- Vieron a los hombres alejarse y esperaron a que estos se divisaran de nuevo, el padre aprovecho para bañar con agua bendita a los valientes y dar una pequeña oración, los enviados no tardaron mucho, llegaron con linternas, candiles y un paliacate amarrado en forma de bolsa, después de que los últimos hombres fueran bendecidos, encendieron las herramientas y santiguándose, se adentraron en aquella oscuridad, no sin antes que Fernando colocara el paliacate en la entrada, como tributo al dueño de la cueva, para que los dejara entrar y salir.
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-No se separen, ni se asusten con lo que escuchen o vean, recuerden tenemos que estar juntos y vamos con Dios, caminando con nosotros- Dijo al padre a aquel grupo, todos asentían, pero sus corazones estaban llenos de miedo y dudas.
La luz de los candiles, alargaban las sombras haciendo figuras y siluetas en todos lados, no faltaba alguno que diera un brinco del susto, pensando que alguien los observaba, la oscuridad se alejaba conforme el grupo avanzaba, sus pasos y uno que otro murmullo, eran los únicos sonidos que se escuchaban dentro de la cueva, caminaron un buen tramo siguiendo el hilo, a medida que se adentraban, el clima descendía hasta el punto en que los hombres sacaban vaho, la respiración se hacía pesada y la paranoia crecía, el hilo parecía no llevar a ningún lado, las siluetas se hacían cada vez más definidas, ya no se trataba de sombras, sino de figuras bien definidas, ruidos de pasos, de susurros, silbidos y llamadas de nombres, hacían que los hombres miraran de un lado a otro, la tensión estaba en la atmosfera y el aire estaba impregnado de miedo.
-¡Ya basta hombres!- Grito el padre enfurecido- ¡Dejen de tener miedo, eso es lo que busca el demonio, asustarnos, separarnos y que nos rindamos!- El padre camino hacia adelante y comenzó a gritar a la nada, risas salieron de todos lados, como si la mismísima cueva se burlara de ellos y luego se hizo nuevamente el silencio y una corriente de aire helado, llegó del fondo de la cueva. Los hombres continuaron caminando, ahora guiados por el padre, las risas se seguían escuchando aunque más suaves, acompañado de voces de hombres, llantos de niños y mujeres, esos sonidos eran desesperantes, cuando llegaron al final del hilo, sintieron que se les estrujaba el corazón, la aguja estaba ensartada en la cabeza de una enorme serpiente del tamaño de dos hombres y el grosor de uno, y de ella emanaban las múltiples voces que habían escuchado antes, los hombres se quedaron petrificados, dándole tiempo al animal para esconderse en las sombras.
-¡Disparen, se nos está escapando!- Grito uno de los hombres y aquellos que llevaban pistola, dispararón a la oscuridad, fallando todos los tiros, los hombres se juntaron y el padre comenzó a leer la biblia, escuchaban el arrastre de la serpiente, pero no sabían dónde estaba, de un momento a otro, el animal salto y golpeo a uno de los campesinos, paso tan rápido y repitió el mismo método, tres veces más, las carcajadas del animal rebotaban con las paredes de aquel lugar, lo peor ocurrió cuando la serpiente arrastro a Fernando a la oscuridad, en esta ocasión, los disparos le alcanzarón, y un horroroso grito emano del monstruo, haciendo que las linternas se fundieran y los candiles se apagaran.
El horror se desato, gritos ordenando que encendieran nuevamente las linternas, golpes al aire o chocando con las rocas y disparos se escuchaban en aquel lugar frió y oscuro, alguien grito por allá, otros oraron a Dios y el padre pedía calma. Cuando las luces volvieron, Mauricio ensangrentado y con varias heridas, apuñalaba con un cuchillo al animal, los demás no lo pensaron dos veces, corrieron a apoyar al compañero, dejando llover los machetazos, mutilando al animal en todas partes, dándole finalmente muerte.
Pasada la euforia, se dieron cuenta de los daños, la mayoría estaba lastimado, desde raspones a brazos y tobillos zafados, pero el más lastimado era Mauricio, quien habíahhhh sido mordido y golpeado en la oscuridad, no sabían si aquel ser tenía veneno, pero había que llevarlo a ser atendido, recogieron todo, purificaron el lugar y se retiraron con prisa, al salir los rayos de sol convirtieron en humo, al anibmal asesinado. El grupo preocupado por Mauricio acelero el paso, hasta el pueblo donde los atendieron y curaron sus heridas, por suerte para el más grave del grupo, el animal no tenía veneno, pero si le dejo una marca dolorosa.
Para cuando caía la tarde, en los alrededores se hablaba del heroísmo de estos hombres, de aquellos que habían dado muerte a la mala mujer. En los patios, cocinas, caserones, cantinas y lugares de concurrencia se contaba del tema. Desde entonces dicen los ancianos que por este tramo, la mala mujer ya no se aparece.
Adaptación: Luis C. Perez
Leyenda La Mala Mujer
Chiapas para niños, leyendas
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